El viche, una bebida ancestral y autóctona del Pacífico colombiano, ha sido durante siglos un símbolo de identidad y resistencia para las comunidades afrodescendientes de la región. Con una historia que se remonta a más de 200 años, el viche ha sido elaborado de manera artesanal por generaciones, utilizando técnicas tradicionales que reflejan un profundo respeto por la naturaleza y el entorno. Sin embargo, a pesar de su reciente reconocimiento como patrimonio cultural, la realidad económica y social de los productores de viche no ha mejorado significativamente. Ahora, en el marco de la COP16, Colombia tiene una oportunidad única para dar a conocer este producto al mundo y reivindicar el lugar que merece en los mercados nacionales e internacionales.
Viche: Un legado ancestral
El viche, también conocido como biche, es un licor tradicional elaborado a partir de la fermentación, destilación y filtrado del jugo de la caña de azúcar. Este proceso, llevado a cabo de manera artesanal, es una tradición de las comunidades afrodescendientes en los departamentos de Valle del Cauca, Chocó, Nariño y Cauca, y ha sido transmitido de generación en generación. A pesar de su importancia cultural y su rol en la identidad de estas comunidades, no fue hasta 2021 que el viche fue reconocido oficialmente por el gobierno colombiano mediante la Ley 2158 de 2021, que lo declaró como patrimonio cultural.
Esta ley fue creada con el objetivo de proteger tanto el producto como a sus productores, garantizando que el viche se mantenga fiel a su proceso ancestral y que las comunidades que lo producen reciban los beneficios económicos y sociales derivados de su comercialización. Sin embargo, la implementación de la ley ha enfrentado diversos obstáculos, lo que ha generado preocupaciones entre los productores tradicionales.
Desafíos económicos y sociales para los productores
Según Onésimo González, productor de viche, la mayoría de los productores de la región operan a pérdida, ya que deben vender su producto a un precio mucho menor al del mercado licorero. Mientras que las grandes comercializadoras en las ciudades venden una botella de viche de 750 mililitros por hasta $280.000, los productores locales deben conformarse con vender 20 litros de viche por entre $150.000 y $200.000, lo que supone una gran desventaja.
Esta disparidad en los precios no solo afecta a los productores económicamente, sino que también está relacionada con el crecimiento desmedido de la producción de viche fuera de las regiones tradicionales. Ciudades como Cali, Medellín y Bogotá han entrado al negocio, produciendo versiones comerciales de la bebida que no siguen los métodos ni respetan la historia del viche original. González destaca que solo el viche producido en los territorios tradicionales por comunidades afrodescendientes, utilizando materia prima local, puede considerarse auténtico.
A pesar de la creación de la ley y regulaciones como la Resolución 113 de 2024, que buscan proteger la producción de viche, los productores aún enfrentan barreras significativas. La falta de apoyo económico y la competencia desleal de las versiones comerciales han llevado a que muchos pierdan el interés en continuar con esta actividad ancestral.
El viche en la COP16: Una oportunidad para la biodiversidad
Más allá de su valor cultural, el viche también tiene un impacto positivo en la preservación del medio ambiente y la biodiversidad del Pacífico colombiano. González señala que los cultivos de caña utilizados en la producción de viche no emplean agroquímicos, lo que contribuye a mantener el equilibrio ecológico en la región. Además, las comunidades productoras se han convertido en guardianes del territorio, protegiendo las especies y los ecosistemas que habitan en estas tierras ricas en biodiversidad.
Es por estas razones que los productores de viche ven la COP16, el evento de biodiversidad más importante del mundo, como una plataforma ideal para mostrar al mundo la importancia del viche no solo como una bebida ancestral, sino también como un producto que está intrínsecamente ligado a la conservación del territorio. La COP16 ofrece una oportunidad única para que el viche se reconozca a nivel internacional, no solo por su sabor y calidad, sino también por su rol en la protección de los ecosistemas del Pacífico.
Hacia un futuro sostenible para los productores de viche
El principal desafío para los productores de viche es lograr que su producto sea reconocido y valorado tanto a nivel nacional como internacional. Esto no solo implica proteger el proceso de producción tradicional, sino también garantizar que las comunidades que han preservado esta tradición reciban los beneficios económicos derivados de la comercialización del viche. Para ello, es fundamental establecer mecanismos que regulen la producción y distribución de la bebida, asegurando que el viche comercializado fuera de los territorios tradicionales respete las normas establecidas por la ley.
Además, es crucial que las comunidades productoras reciban apoyo para mejorar sus condiciones de vida y expandir sus oportunidades en el mercado global. La participación de los productores de viche en la COP16 es un primer paso hacia este objetivo, ya que les permitirá establecer conexiones con mercados internacionales y demostrar el valor cultural, económico y ambiental de su producto.
Conclusión
El viche es mucho más que una bebida; es un símbolo de resistencia, identidad y sostenibilidad para las comunidades afrodescendientes del Pacífico colombiano. A pesar de los desafíos económicos y sociales que enfrentan los productores, el viche tiene el potencial de convertirse en un producto emblemático de Colombia en los mercados internacionales, especialmente si se aprovechan oportunidades como la COP16 para darlo a conocer. El futuro del viche dependerá de la capacidad de las comunidades productoras, el gobierno y las instituciones internacionales para trabajar juntos en la protección y promoción de esta bebida ancestral.
